¿Qué hacer ante el sufrimiento? me preguntó la señora de ojos negros y mirada triste. No le podía responder en abstracto porque, de alguna manera, el sufrimiento es singular, personal, propio, aunque a la vez sea de todos. Por ello, le contesté con otras preguntas y trate de ubicar qué era lo que le hacía sufrir para darle alguna palabra que le ayudará a construir sus propias respuestas. Sin embargo, me quede pensando en la pregunta que ella me había realizado y les quiero proponer algunas reflexiones que obtuve después de consultar mi almohada y de tratar de leer la vida en clave espiritual.
Hay que evitarlo cuando se pueda. Sí, hay sufrimientos que
se pueden evitar. Muchos dolores son causados por decisiones mal tomadas o por
desatenciones que tenemos en la vida. Es preciso, ser inteligentes, razonar
bien, discernir, proyectar y tratar de comprender las realidades en todo su
amplio contexto para decidir bien y evitar sufrimientos innecesarios.
Hay que aceptarlo. Nuestra condición humana marcada por la
fragilidad y la temporalidad nos pone ante algunos sufrimientos que no podemos
evitar sino aceptar, como la muerte de alguien que amamos, la enfermedad las
rupturas que se dieron por las circunstancias y condiciones de la vida. Esos
dolores no lo podemos evitar; pero sí vencerlos a través de la aceptación.
Forman parte de nuestra vida y así habremos de asumirlos. Los tenemos allí y
los dejamos cumplir su función de hacernos crecer, de ayudarnos a tener una
mejor visibilidad de la vida, de hacernos saber que estamos vivos. No hay
palabras mágicas que los hagan desaparecer; ni, mucho menos, se pueden cercenar
cuando se instalan en el corazón a vivir. Lo que no debemos hacer es dejarlos
convertirse en los obstáculos que no nos dejan ser felices, sino hay que
convertirlos en catapultas que nos lleve a mejores situaciones.
Se trata de construir el duelo. De saber que nada podemos
hacer para quitarlos de allí, pero que podemos hacer todo para que no sean
anclas que no nos dejan navegar en el mar de la vida. Queda claro que el dolor
no tiene que irse del todo, como tampoco puede ser un palo en la rueda de la
vida, lo tenemos que aceptar para poder seguir adelante cosiendo el tejido de
la existencia con los hilos de colores alegres y brillantes. Cuando se acepta
el dolor comienza a formar parte de lo que nos hace ser mejores.
Encontrarle sentido. Soy de los que creen que las cosas
pasan para algo. Me cuesta creer que todo es fruto del azar, de la casualidad y
de las relaciones probabilísticas. Por eso, más allá de encontrar la causa del
sufrimiento, o del dolor, que a veces se hace objetiva y otras una búsqueda
infructuosa; lo que necesitamos es saber para qué sucedió, qué me enseña. Estoy
seguro de que esto no se puede hacer sino es desde una dimensión espiritual,
desde esa capacidad humana de trascender a todo lo que vemos, tocamos, vale y
da placer. Cuando vemos, desde la fe, esas experiencias le encontramos un
sentido que nos plenifica y nos hace tener menos miedos.
Celebrar la vida. Quienes sufrimos estamos vivos. Por ello,
el sufrimiento tiene que ser una razón para celebrar nuestro estar vivos y
nuestro poder seguir luchando porque las cosas sean distintas y mejores.
Celebra la vida y no te quejes más.
PD. Espero sus comentarios siempre son importantes para mi. Animo.