No me gusta la manera cómo todo se ha vuelto comercial: Todo tiene un precio y todo parece negociable. La navidad no escapa a esta fuerte tendencia. Estos días que debieran estar marcados por la alegría, la comprensión y la búsqueda terminan marcados por el estrés que ocasiona el querer tener lo que no se tiene, por los sentimientos de envidia y de rencor que se genera por las vivencias de frustración personal frente a los triunfos de los otros, por la necesidad de embriagarse y liberarse, así sea por el momentáneo instante de la borrachera, de todo lo que no nos deja sonreír plenamente. Por eso para muchos este tiempo no es un tiempo de felicidad sino de tristeza y de depresión. Me atrevo, desde mi experiencia personal y de las pocas respuestas espirituales que he ido encontrando en mi propia búsqueda, a presentarles unos “consejos” para este vivir la navidad:
Es una negación a la soledad. La navidad es la afirmación de
que Dios es un Dios-con-nosotros. Un Enmanuel. Uno que ha decidido estar
siempre a nuestro lado desde dentro y desde afuera llenándonos de su poder y de
su alegría. Por eso aunque hoy no estés cerca de los que amas y de son
importantes no puedes dejar que los mensajes cifrados de los distintos medios
te hagan sentir solo porque nunca lo estás. El niño que nace en el pesebre así
te lo asegura. Sal de ti y comparte con otros todo lo que tienes para dar, no
te quedes llorando el que la gente que amas no esté a tu lado.
Es una oportunidad para perdonar. Nosotros muchas veces
necesitamos pretextos para hacer las cosas. Pues bien Navidad, es uno de esos
pretextos para perdonar. Nunca hay razones suficientes para perdonar, esa es
una decisión que se toma desde la gratuidad, desde “el me da la gana”. Si.
Perdonar es un regalo y te lo puedes dar en este tiempo. Para eso no necesitas
pensar mucho sino tomar la decisión y mantenerte en ella. Recordar sin dolor es
de lo más liberador que le puede pasar a uno en la vida, ya que fluye para
alcanzar la plenitud.
Si tiene precio es muy barato. A la gran mayoría de los
seres humanos de esta sociedad tratamos de mostrar cuando vale, pesa y brilla
el regalo que hacemos, cuando realmente lo más “valioso” de la vida, lo que
trata de capturar lo “sublime” no vale, no pesa y no brilla. Los regalos que
más nos hacen felices son aquellos que nos comunican algo que el dinero no
puede hacer presente. Se trata del detalle, de la sorpresa, del amor, de la
atención lo que le da sentido al regalo porque nos hace sentir importantes,
amados y valorados. Ojala aprendamos a darnos que eso lo que los otros
necesitan.
La familia es lo primero. La familia es el laboratorio
social más importante. Allí aprendemos a ser. Todo, en distintas proporciones,
lo aprendemos allí. Por eso en este tiempo tiene que haber espacio para ella.
Se debe tener claro el lugar que ella ocupa en la pirámide axiológica personal.
Sin tiempo y atención para la familia es muy difícil que esta sea lo que tiene
que ser un espacio de felicidad y crecimiento. Todo debe tener su tiempo y su
espacio. Sin ser equilibrado y organizado muy seguramente se deterioran las áreas
que nos parecen estar mejor y menos tiempo le dedicamos, una de ellas siempre
es la familia.
Dios habla hay que escucharlo. Navidad sin experiencia
espiritual es como una luna de miel sin pareja. No tiene sentido. Jesús de
Belén es el centro de este tiempo y por ello es bien importante que en este
tiempo cada uno mire su propuesta evangélica y trate de imitarlo en su vida
para que pueda sentirse realizado.
Espero que estas sencillas reflexiones les ayuden a tener en este tiempo una experiencia de crecimiento.