Dios nos ama con amor incondicional. Esa es la verdad más fuerte e importante de toda la vida. Hagamos lo que hagamos igual nos quiere. Somos salvados por su amor. Es un regalo no la compramos. Por eso es que nunca estamos solos. Hago el bien porque es mi esencia hacerlo y porque regojo lo que siembro, no porque con el esté ganándome a Dios.
Sé que estás acostumbrado a ganarte el amor de los demás; y
que, para hacerlo, muchas veces tienes que ponerte caretas, mimetizarte en lo
que no eres y, de rodillas, mendigar un poco de atención. Sé que esta sociedad,
en la que vivimos, te ha acostumbrado a huir de la soledad y “engancharte”
emocionalmente o “adjuntarte” a cualquiera, bajo cualquier pretexto, con tal de
no estar solo. Sé nos han hecho creer que no somos valiosos si no tenemos tal o
cual característica física, tal o cual profesión, tal o cual manera de vestir.
Nos hemos gastado la vida buscando razones para que los demás nos amen y, por
eso, le tenemos miedo a estar solos; olvidando que hay Uno que nos ama de
manera incondicional y que siempre está con nosotros.
Hoy quisiera liberarte de cualquier esfuerzo por hacerte
amar de Dios, pues te ama y punto. No tienes porque hacer de tu vida un
ejercicio continuo de conquistar su amor ese ya se te regaló en la cruz, en su
hijo Jesús.
Anselm Grün lo dice así: “No te preocupes de si eres Justo.
Poner la mirada en Jesucristo, que murió por ti en la cruz, te libera de esos
pensamientos. Eres amado incondicionalmente. El amor de Jesús te hace justo.
Eres valioso. Eres recto y justo ante Dios”.
No hay razones posibles que se puedan aducir para que Dios
te ame. Como dice el salmista “¿si llevas cuenta de los pecados quien podrá
resistir?” No hay razones humanas posibles que nos hagan justos ante Dios. Si
fuera por nuestras acciones ya estaríamos perdidos y nadie merecería el amor de
Dios. ¿Quién puede ser justo con sus acciones ante Dios? Estoy seguro de que el
estrés, la angustia, los complejos, el fanatismo, la infelicidad, entre otras
enfermedades actuales, no son sino el resultado de los que sueñan con ganar el
amor de Dios a través de sus acciones. Como bien dice Grün: “En Jesucristo Dios
nos ha mostrado otro camino: el camino de la fe. Si creemos en Jesucristo, que
por nosotros se hizo hombre para quebrantar el poder del pecado, quedamos
libres del poder esclavizante de la ley.
Entonces experimentamos otra manera de llegar a ser justo.
Ésta es la aceptación incondicional por parte de Dios, aceptación que se hace
visible en la cruz de Jesucristo…Somos libres. A partir de ahora podemos
confiar en que somos amados por Dios no porque aduzcamos un rendimiento ante Él
sino porque Él mismo nos ha demostrado su amor en Jesucristo”. ¡Ah, no tengo
que justificarme ante nadie! ¡Tengo que ser libre viviendo en el amor y
creyendo en el Señor! Decepcionar a los otros no siempre es un acto malo y
equivocado, alguna veces es lo mejor que puede pasar. ¡Qué emoción liberarme
del peso de vivir aparentando y exigiéndome lo que no puedo dar!
Que quede claro algo: No sé te está dando licencia para
hacer y deshacer. No vayas a creer que las obras no tienen sentido, y que ser
bueno es lo mismo que ser malo, ya que ese no es el sentido. Se te está
recordando que es lo central de la vida y se te está librando del peso de tener
que vivir como los otros quieren, como los otros exigen o como definitivamente
no quieres vivir. Quien ama y se siente amado no hace nada destructivo, de eso
estoy seguro. El mal siempre es fruto del no-amor, del no sentirse amado ni no
saber amar. Quien ama y se siente amado permanece en el amor.
Se te está invitando a ser tú mismo. A vivir según el Espíritu. “Vivir desde el Espíritu significa vivir desde la propia profundidad, sede lo originario, desde el yo más íntimo. A partir de ahí crecerá el bien en nosotros… No somos esclavos de nuestro propio rendimiento ni de las expectativas que nos encaminan a nosotros mismos, de la presión que ejercemos sobre nosotros mismo para hacerlo todo perfectamente de tal manera que Dios esté contento de nosotros”. Ya Él me ama y eso me hace plenamente libre. Que nadie me pida que haga lo que ellos quieran, sólo haré lo que descubro desde Dios, lo que me hace feliz y ayuda a mis hermanos a ser felices.