He oído en repetidas ocasiones que los problemas son lecciones que debemos aprender, detrás de cada dificultad hay bendiciones y debemos darle gracias a la vida porque nos permite enfrentar vientos en contra y nos posibilita pelear batallas duras, difíciles. Recuerdo que un amigo al oír una de estas expresiones gritó: ¡Entonces estoy haciendo un doctorado en eso, porque que pocotón de problemas los que tengo por estos días!
Creo que aprendemos mucho de estas situaciones que nos hacen
sufrir; de esas que nos duelen y no quisiéramos tener. También me parece que
tendríamos que trabajar más en el cómo hacer que esas experiencias duras,
difíciles, se vuelvan trampolín para llegar a estadios mejores de nuestra vida.
Hoy quisiera reflexionar eso con ustedes:
1. Reconocer las dificultades y los problemas que tenemos,
pues nada hacemos negando la realidad y tratando de huir de ella. Si tenemos
una situación dura, lo primero que debemos hacer es aceptarla. Tomar conciencia
de qué es realmente, cómo se produjo, qué actores están presentes y por qué,
cómo puedo solucionarla. No culpes a nadie. Encontrar culpables no soluciona
los problemas; a veces lo que hace es agravarlos. Es bueno ver quiénes son los
responsables, para ver qué se puede hacer; pero de nada sirve vivir señalando
con el dedo índice a los otros hermanos con los que compartimos la vida.
2. Es necesario ser valientes. No podemos desesperarnos, ni
angustiarnos, frente al problema; sino debemos decirnos: ¡soy capaz de solucionarlo!
Siempre hay una solución. Hay que desterrar el negativismo de nuestra manera de
pensar. Hay que hacerse sordo a todos esos comentarios de los “dificilitadores”
que tratarán de desanimarte y decirte que te des por vencido.
3. Es bueno pensar en batallas anteriores que he dado y en
las que he salido victorioso. Es fundamental que estos recuerdos los tengamos
vivos y nos sirvan de inspiración para creer que somos capaces de vencer. ¿Si
en el ayer pudiste resolver el conflicto porque ahora no vas a poder? Ten la
certeza que ahora estás más -y mejor- preparado que en el ayer; luego hay más
posibilidades de poder resolver el tema.
4. Hay que analizar con cuidado, con detenimiento, de qué se
trata. Si no comprendes el problema no lo vas a solucionar. Recuerda que muchas
veces las cosas no son lo que parecen, ni el problema está en lo que aparece
más evidente. Hay que discernir con mucha inteligencia para descubrir la
dinámica de la situación y ver, realmente, cómo se puede solucionar.
5. Revisa qué cualidades se te exigen tener para solucionar
ese problema y salir vencedor. Mejor ¿Con qué cualidades de tu ser puedes
vencer esos problemas? Estoy seguro de que aquí puede estar la bendición, la
lección que la vida quiere darte y que vas a aprender. Cuando nos dedicamos a
solucionar la situación que tenemos vamos desarrollando esa cualidad, esa
virtud que nos hacía falta.
6. La espiritualidad es fundamental. Dios es el centro de la
vida, y es el que pronuncia Palabras de vida eterna, el que sana con su
Palabra. Necesitamos tener una relación íntima e intensa son Él, necesitamos
amarlo y dejar que su presencia, su poder, su Espíritu, nos guíe y nos haga
crecer. Cuando llegan los dolores, Él nos consuela. Cuando llegan las derrotas,
Él está a nuestro lado para levantarnos. Cuando estamos a oscuras, Él es la luz
que se enciende y nos orienta. Pero sobre todo cuando estamos en relación con
Él, sabemos que todo lo que nos sucede es para nuestro bien.
Piensa que este problema que estás viviendo no es para tu destrucción; sino para que crezcas y seas mejor. Aléjate y toma distancia de las personas que te hacen daño.