Uno de los temas reiterativos en las relaciones humanas es el perdón. Todos hemos necesitados ser perdonados y hemos recibido la invitación a perdonar a alguien.
Hoy quisiera proponerles algunas reflexiones -desde mi
experiencia espiritual- en torno al perdón desde estas preguntas: ¿Qué es el
perdón? ¿Por qué perdonar? ¿Cuántas veces hacerlo? ¿Cómo perdonar?
¿Qué es perdonar? Muchas definiciones he leído en torno a
esta experiencia humana, pero quisiera compartir con ustedes dos: primero, es
la decisión por recuperar la paz perdida. No un sentimiento sino una acción de
nuestra voluntad para volver a vivir en la armonía que alguna situación nos
hubiese quitado.
En este orden de ideas todos podemos perdonar, porque todos
tenemos la capacidad y la posibilidad de tomar esa decisión.
Segunda definición, que me gusta por la relación que se ha
establecido desde siempre entre el olvido y el perdón, dice que “perdonar es
recordar sin dolor”. Está claro que hay cosas que no vamos a olvidar -y es
necesario que no hacerlo- pero no podemos sufrirlo cada vez que lo recordamos.
¿Por qué perdonar? Estoy seguro de que hay muchas razones
para tomar esta decisión. Perdono porque es lo mejor que me puede pasar, pues
soy el primer beneficiado de mi decisión. Perdono porque el resentimiento, como
decía mi abuela, es un veneno que me tomo, para que se muera el otro. Perdono
porque sé que todos necesitamos una nueva oportunidad. Perdono porque le creo al
Señor Jesús y Él nos ha invitado a hacerlo como una manera de ser cada día
mejores.
¿Cuántas veces perdonar? Desde la perspectiva que estamos
reflexionando, creo que siempre hay que perdonar. Cuando Pedro le pregunta lo
mismo a Jesús, el Maestro responde con la parábola del siervo sin entrañas,
quien primero pide perdón al Rey de sus grandiosas deudas y éste se lo da; pero
luego condena a su hermano por una deuda mucho menor.
Este pasaje tiene un sentido bien claro: “Debemos perdonar
al hermano todas las veces que queramos que Dios nos perdone”. Es la dimensión
social-fraterna de nuestra experiencia de fe. Nada hacemos con tener una buena
relación con Dios; sino la tenemos con aquellos con los que vivimos. Es de
“descarados” pedir perdón y ayuda a Dios, mientras no se la damos a los
hermanos con los que vivimos. Esta es una esquizofrenia que no podemos vivir
como cristianos.
¿Cómo perdonar? Pregunta compleja y respondida desde
distintos ángulos. Te propongo lo que a mí me ha resultado:
1. Trato de comprender las razones que tiene la otra persona
para haber actuado de esa manera. Sé que no justifica su proceder, pero me hace
verlo de una manera distinta. No es un monstruo que quiere hacerme lo peor,
sino es un “humano” que falla y que no atinó a hacer lo correcto.
2. Recuerdo lo importante que es para mi proyecto de mi vida
estar en paz y seguir adelante en la vida.
3. Entiendo que si yo tuviera los mismos condicionantes y
las mismas experiencias, seguro que hubiera actuado de la misma manera.
4. Oro por esa persona. Pido a Dios lo mejor, que le vaya
súper bien y que pueda estar bien para que no tenga más necesidad de hacerle
daño a nadie.
5. Y, claro, tomar la decisión de hacerlo, a pesar de todas
las emociones que tengo en este momento.
Por último vuelvo sobre una distinción, que he hecho muchas veces y que causa algunas discusiones en los espacios espirituales: es que en el ámbito humano perdonar no siempre es reconciliarse. Muchas veces te perdono; pero tengo que distanciarme de ti. Otras veces sí puedo perdonarte y seguir contigo. En el ámbito de la relación con Dios sí es lo mismo. Siempre que nos perdona nos reconcilia consigo.