Las relaciones humanas son complejas, de eso estoy seguro. Y digo no son fáciles, tan fáciles como algunos creen; así como tampoco son imposibles de ser bien llevadas como creen otros. Hay que encontrar el justo equilibrio que las hace saludables, placenteras, deseables. Lo que puede ser algo delicioso y sano, algunas veces termina siendo una especie de infierno, tormentoso y horrible.
Construimos relaciones complicadas cuando no queremos
entendernos; cuando no buscamos comprender al otro, sino que el otro me
comprenda a mí; que busque lo que yo busco y quiera lo que yo quiero, que le
guste lo que me gusta y haga lo que creo que debe hacer. Cuando el otro no hace
eso, no quiere ser títere de mi voluntad, entonces se complica todo. Y la
libertad del otro se vuelve una desgracia; tanto que la descubro como un
problema. Y la solución del problema, la más fácil, la que espero, es
precisamente, que el otro haga eso que creo que debe hacer. Que me complazca. Y
ahí se vuelve más problema el problema.
Porque el otro está en todo su derecho de no hacer lo que yo
quiero que haga. Es más, esto se vuelve más problema porque el otro tendrá la
pretensión de que yo haga lo que él quiere. También de aquel lado me piden que
sea lo que no soy. Debemos buscar el equilibro, saber que los seres humanos no
existimos para ser el ideal de nadie, que no tenemos que ser como otros
quieren, ni otros serán lo que queramos. Las relaciones sanas se construyen a
partir del reconocimiento de la ‘otredad’, de la inigualable singularidad del
resto de las personas, que es tan válida y tan importante como mi propia
singularidad, como mi originalidad es válida y pido respeto para ella, pues de
igual forma tengo que procurar valorar y darle importancia a la de los otros.
Cuando dejo de pretender que me complazcan, cuando espero
que los otros sean como son y los acepto, entonces tengo menos problemas con
ellos. Porque ya no estarán predispuestos a pelear contra quien consideran un
invasor de su personalidad o un contricante que busca derrotarlos en la lucha
por ser ellos. Si quieres mejorar tus relaciones, mejora tu percepción de los
otros; especialmente mejora tu tendencia a imponer lo que crees que deben ser o
hacer, vivir o sentir.
Déjalos ser libres como esperas ser libre y verás la diferencia que hay entre la relación tormentosa que tienes ahora y la que podrás tener con ellos. Siempre vas a necesitar relacionarte con alguien, siempre tendrás que estar en sociedad, porque los seres humanos tenemos que vivir con otros, los necesitamos, entonces qué mejor forma que encontrar en el respeto y la valoración, una convivencia más sana, más incluyente, más amable. Seguro que también los demás responderán de la misma forma, aunque se tome su tiempo. Seguro que gradualmente verás los frutos de tu cambio de mentalidad; verás que puedes encontrar resistencias al principio, que otros crean que lo que haces es sospechoso, pero se convencerán cuando vean que no es flor de un día, sino una nueva forma de pensar y de actuar con respecto a ellos.